Llovía… sólo llovía.
Desde el tapanco que está fuera de la habitación veía las
gotas de agua.
Caían con ese inconfundible tap, tap, tip, tap… sobre el acrílico que cubre el tapanco.
Vi cómo el sol se ocultaba tras una nube que, a su vez, magnificaba los edificios de
Santa Fe.
Desde ese tapanco vi la avenida; una llamada de los poetas…
aquellos a quien nadie conoce por aquí.
Recordé esas veces que pasamos por la avenida y las veces
que juramos… ¿Qué juramos?
La lluvia inclemente, con su incansable tap, tap, tip, tap también se llevó ese juramento.
Un café… sólo tomando café.
Desde el tapanco tomando café mientras la lluvia cubre la
civilización y yo… en el campo.
Cayeron los rayos, callaron las voces… enmudecidas por el tap, tap, tip, tap sobre el acrílico y Santa
Fe.
Vi marcharse… ésa… mi fe. Fe atravesada por los poetas…aquella
a quien ya nadie conoce por aquí.
Recé por ayeres y presentes… aquellos que la Santa nos vio
jurar y donde vio también un “no será”.
La primera vez, yo, con diecinueve esperanzas… la segunda,
tú, con diecinueve anhelos.
Una lluvia, un café, una esperanza poética y sin fe…
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