Puedes querer muchas cosas que serán “indispensables” para
el desarrollo de tu cotidianidad. Sin embargo,
“desear”… ¡Eso sí que es distinto!
Hay muchas definiciones para tal
palabra; las definiciones básicas de los diccionarios escolares, diccionarios de la
lengua e incluso diccionarios especializados como los psicoanalíticos, los religiosos,
los filosóficos, etc. La teoría siempre es buena para quien desea
entender el mundo construido a través de lenguaje, de palabras, de conceptos.
Pero hoy me encuentro un tanto escéptica y el “deseo” se ha transformado en
algo que no logro comprender, pero sí sentir: ¿Qué significa eso?
Lo lamento. Estoy siendo ahora mismo muy poco académica en el
“desarrollar” de una explicación –para mí misma- que pueda compartir con
alguien más y, a pesar de ello, no extraño escribir “como se debe”.
Tuve una experiencia. Una experiencia singular. Recuerdo a
Luis Villoro y su Mezquita azul. Sí. Precisamente.
Ahora me encuentro ante la imposibilidad de evocar algo más, pero estoy cierta
de la duda; la pregunta, la respuesta y el sentimiento que la razón se niega a
perforar. Por ahora está bien que ese misterio quede en mí. Después de todo,
cada huella que trazamos en el suelo desaparece, pero permanece intacta en el
andar.
Podía pedir lo que fuera. Tuve la libertad de pedir la luna.
“Pide lo que quieras”. Era un día especial. Creo que nunca me habían dado esa
libertad y no sabía qué pedir. “No tengo nada, pero tengo todo… ¿Pedir?, ¿qué?”.
Pedir lo que fuera.
Después de dominar mis sentimientos encontrados, logré
estructurar aquello que habría de solicitar. Así lo hice.
Vinieron a mi mente
varias frases que enuncié en respetuoso silencio. Estaba a punto de concluir y
retirarme cuando llegó a mí un sentimiento que cortó mi voz; inundó mi garganta.
Supe en ese momento qué era aquello que en verdad deseaba. Entendí que había
pedido aquello que quería; sin embargo, el deseo fue mayor. Entonces comprendí
el sentido de estar en ese lugar. Comprendí el sentido de la frase “Pide lo que
quieras”. Lo que en realidad quería era enunciar ese deseo. Así lo hice.
Fue un deseo que no
había podido enunciar jamás y que, al sentirlo, provocó una auténtica ruptura y
reconocimiento en mí, de mí.
Pienso en ese deseo y mi garganta se quiebra. Intento
estructurar coherentemente ese momento y sólo puedo escribir esto que es, a
todas luces, una serie de líneas que sólo tienen sentido para mí y, tal vez,
para ese otro que observaba.
Querer y desear no son lo mismo. Quiero tantas posibilidades,
pero sólo he podido articular un deseo. Me siento orgullosa de haber
comprendido, por ahora, lo que siento desear.
Ahora mi razón no funciona. Escribo sin estructura. Escribo
sin un sentido claro. No pretendo claridad ni distinción. Hoy no. Hoy sólo
quiero conservar esto que no entiendo. Esto que no descifro. Esto que me
circunda y que se manifestó en un momento. Uno de tantos y que se ha vuelto
especial. Mi cuarto huele a flores y yo aprendí a desear.
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