Era
la temporada en que ella desplegaría sus colores esperando el plazo de su
encuentro. Sentada y observando todo a su alrededor se percata de lo que no
había visto hace tiempo: Todo está lleno de sombras que parecen moverse en una
multitud de colores. Sombras que cargan pasados, presentes y futuros como una
lápida sobre sus hombros. Rasgos tristes, defraudados, apresurados, molestos al
andar… pocas figuras sobresalen de ese mar de sombras que, como autómatas,
marcan trazos en el suelo al pasar.
La
luz cambió a verde, ella se levantó y siguió su camino, pero no podía dejar de
ver que esos rasgos, parecidos a rostros y esencias humanas, seguían moviéndose
como gelatinas a medio cuajar. Soltó una carcajada. La sola idea de una
gelatina gris a medio cuajar moviéndose entre un mar de colores le resultó atractiva.
¿Cómo se vería ella en cualquier otro momento? ¿Sería también una gelatina
gris, viscosa y pesada moviéndose trabajosamente entre la multitud? Ciertamente
hoy no era ese día. Hoy se sentía ligera y caminaba con el asombro de ver lo que
había olvidado ya y se movía por todas partes.
Su
mirada tenía un brillo peculiar que nada tenía que ver con las sombras y
colores que delineaban sus ojos. Había algo más; un secreto, tal vez, y una
sonrisa que no desaparecía a pesar de la multitud gelatinosa entre la que se
abre paso al andar. Nunca se ha sentido pequeña y hoy no es la excepción, pero creo
que sus mágicos amuletos tienen algo que ver. Botitas psicomágicas les llama.
Una
división al norte que no es el norte y los héroes olvidados en un rincón del
pelaje de un coyote le indican hacia dónde caminar. Sus botitas parecen tener
voluntad propia y se apresuran a llegar al jardín cubierto de ramitas y árboles
de colores: Tan grandes como para guardar sus secretos, tan pequeños como para
espiar sueños.
Cruzó
la puerta donde las gelatinas se terminan y comienzan las risas de quienes no
han perdido la fe en el otro. Ella camina entre esas risas y aleteos
constantes, esquivando los sueños y viéndolos volar sin despegar los pies del
suelo. Llegó a la pequeña terraza desde donde puede verlo todo. Se sentó y sólo
esperaba a que se cumpliera el plazo para su encuentro.
Las
horas pasaban y Burocracia seguía ahí: paralizada como suele estar y observando
desde la mesa aquello que no comprende. Ella seguía sentada observándolo todo
con Burocracia al lado esforzándose por ser tomada en cuenta. Hoy no será el
día… se quedará esperando, pero no lo sabe aún. Burocracia, aburrida, sólo
observa y, después de una eternidad regresó a su cueva donde tanto aleteo no
distraiga su rutina.
Pasaron
una, dos, tres vueltas y ella sigue observando. Durante todo ese tiempo lo ha
observado desde la terraza. Es él… Él.
Sé
que saben que se encontrarán, pero ambos evitan sus miradas a pesar de saberse
ahí: a pocos metros de sus manos, de sus ojos, de su piel, de su aliento, de su
voz. Extraña naturaleza. El chirrido anuncia el fin de la jornada y ella se
dispone a regresar al mar de gelatinas viscosas, pero esperando que el
encuentro –que la ha mantenido con el brillo en sus ojos- se cumpla. En fin,
parece que no será el día. A punto de salir, mira atrás y, a lo lejos, lo ve pasar.
Ahora tiene 2 opciones: salir o quedarse.
Ha
olvidado algo –por fin tomó la decisión de lanzarse al agua. Sus botitas psicomágicas son suficientes
para saltar sin miedo… ellas la cuidan. Extraña naturaleza.
Regresa
y abre el baúl donde esconde sus miedos. Él pasa junto a ella –él también la
buscaba, aunque ella no lo crea así. Una sonrisa, un saludo cortés, una
pregunta simple:
-“¿Va
a estar en…”
-“No.
Ya salí, sólo que olvidé algo…”
-“¿Y
ya se va?”
-“No.
Bueno…”
-“Traigo
lo que le iba a mostrar”
Ella
se quedó. Lo siguió. Él, tímidamente, mostró un pequeño cofre donde escondía
sus tesoros, indescriptibles a plena vista. Ella no dejaba de sonreír, nunca
había visto nada como eso. Lenguajes extraños, palabras que vuelan en el aire.
Lo desconocido se abre paso y se transforma en claridad. Él tiene miedo de
aburrirla con objetos tan tediosos. Sólo la observa, ella se sorprende,
imagina, se confunde y restaura. Su mirada brillante ahora es como la de un niño
que descubre el mundo. Todo es nuevo, todo es brillante, todo es confuso, todo
es… simplemente es y se abre paso ante sus ojos. Él no puede dejar de
observarla y ese entusiasmo verdadero lo incita a seguir mostrando sus tesoros.
No había muchas posibilidades de entendimiento entre los dos y, sin embargo,
pareciera que todo se acoplaba sin resistencias.
Pasó
una hora. Ella lo hizo: le pidió que escribiera en su libreta. Sin dudarlo,
escribe -tiene linda letra. Ahora posee una forma de comunicarse a la
distancia. Está por despedirse de él, con la promesa de comunicarse después. Él
siente y ve que ella se le escapa de las
manos y quiere retenerla un poco más, aunque sea sólo un momento más. Le extiende
una hoja y le pide que también escriba unas líneas para él. Sorprendida toma la
hoja y escribe con mano temblorosa. Por un momento se vio a sí misma como esa
gelatina pesada y viscosa; tediosa a la vista, pero él deseaba tener contacto a
la distancia con ella.
¿Qué
vieron el uno en el otro? No lo sé, pero vieron algo. Tal vez el brillo en sus
ojos, tal vez el secreto que cada quien guarda para sí, tal vez la timidez, tal
vez la expectativa, tal vez sus miedos… tal vez, tal vez… Se despidieron con la
promesa de una doble vida: formalidad en un entorno controlado, familiaridad en
otro lugar. ¿Otro lugar?, una promesa. Una promesa es lo que cada quien se
lleva entre las manos.
Ella
regresó al mundo exterior, no quiso mirar atrás. Caminó por las calles llenas
de colores mientras la lluvia caía sobre su piel y sobre los árboles que ahora
guardan su secreto. La lluvia arruinó parte de sus colores, pero no importó
porque sus botitas ya la habían llevado a lanzarse al agua. ¿Sus botitas?, eso
es lo que quiere creer, pero, en su interior, sabe que la magia está en todas
partes; la ha visto, la ha sentido y la compartieron durante una hora. Tiene
las manos cerradas y en ellas lleva la promesa. Él guardó la suya en su maleta,
junto al baúl donde esconde sus tesoros.
Promesas
guardadas, extrañas naturalezas, magia en todas partes… cosa de mamíferos que
están aprendiendo de sí.
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