La luz
de la velita sube y baja; sube y baja; sube y está…
El
balance de los daños queda de la siguiente forma… Comencemos por lo menos bueno
(lo malo):
Bueno,
tú lo sabes. Lo roto no vuelve a ser jamás. Es más fácil que vayamos a peor que
intentemos mejorar. El tiempo y la verdadera distancia permitirán sanar lo que
aún tengo pendiente.
¿Recuerdas?,
te mandé un mensaje gritando ayuda… el subtexto era: “¡Por favor, ven por mí!”
Sé cómo llegué, pero no entendí el porqué estaba ahí. No quería estar ahí y,
sin embargo, tampoco quise evitarlo. Has visto mi llanto; el expuesto y el que
se quedó en mi garganta. Te has enojado conmigo por desear un encuentro. Te has
enojado porque me han lastimado. Ambos sabemos cómo terminará esa historia y
ambos sabemos que tiene que ser así. Ambos sabemos que volveré a llorar y
quiero pedirte que no sueltes mi mano… La necesitaré otra vez.
Lo feo
podrían ser los “daños colaterales”: Amistades rotas, indiferencia,
fragmentación, soledades… ¿Recuerdas? Platicábamos y decíamos que hasta parece
ser instinto desearle mal a quien te ha lastimado. Me lo confesó una vez,
sentía tanto coraje al ver que todo iba bien conmigo. ¿Por qué habríamos de
merecer bienestar? “Tú debes sufrir tanto como yo estoy sufriendo ahora”. El exceso
de pasado pesa mucho y jala hacia el abismo.
Sin
embargo, tengo un consuelo: Nuestros caminos, aunque diferentes, comienzan a
aclararse. Escribimos historias que nos separarán, pero logran, al mismo
tiempo, sanar nuestras heridas.
Lo feo comienza a desvanecerse y hemos dejado de desearnos mal… porque, en el fondo, seguimos queriéndonos. Al menos yo lo hago, a pesar de todo. Dicen que “Vivir es ir naciendo lentamente”. Quiero nacer, olvidar y llevarte conmigo siempre… No sueltes mi mano, aunque no desees acercarte de nuevo.
Abrázame con fuerza, aunque sea en mis sueños. Sonríe siempre porque el camino es difícil, pero aprendemos a crecer en él.
Lamento no haber sido suficiente, pero aprendí, contigo, un poco más de mí. No hay sujetos claros en estas líneas, porque mi camino está lleno de ramitas y cada una ha encendido distintos fuegos… Toma mi mano, abrázame con fuerza, sonríe para mí, acompáñame a la distancia, sanemos juntos nuestras heridas… Las buenas, las malas, las feas… y comencemos otra vez a vivir.
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