Siempre renegué de una vida más allá de ésta, igual que
tanta gente a mi alrededor; sin embargo, he escuchado que en momentos de
tristeza, miedo o situación extrema hay quienes rezan para calmar eso que
desborda.
Revisé un viejo álbum de fotografías… y ahí, entre letras,
fotos viejas –carcomidas por el tiempo- te encontré. Tu sonrisa estaba intacta y la luminosidad de
tu pupila trascendía el papel y el tiempo… fue re encontrar en un papel nuestro
tiempo.
Mis manos están ajadas por el eterno transcurrir, las canas muestran mis
recuerdos y mis lágrimas hicieron surcos en mi piel. Ha pasado tanto tiempo
desde la última vez que te vi… creí que habías desaparecido, pero una avalancha
de recuerdos dan vueltas en estas paredes sin nombre.
Recordé todos mis errores, todas tus lágrimas y cada paso
que dimos en conjunto. Nos separamos, nos olvidamos y hoy, recordé la vida que
tuvimos y esa vida renació en mi interior con la misma fuerza de antaño.
Padre… tú que estás en los cielos, perdona mis faltas y a
ella cúbrela de amor.
Padre… perdona mi soberbia y te agradezco ese momento de felicidad.
Madre… tú que fuiste hembra y amaste, entiendes lo que
guardo en el pecho, tú entiendes de soledad…
Nunca aprendí a rezar, pero hoy recé por ti y mis lágrimas
me llenaron el pecho y por fin… después de años, logré perdonarme. Vi tu rostro
en esa fotografía y tú fuiste quien –sin saberlo- intercedió por mí.
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