2:50 de la madrugada y abro los
ojos, me parece que he dormido demasiado; sin embargo, al corroborar la hora,
me doy cuenta de que es más temprano de lo que esperaba. Doy vueltas en la
cama, no puedo dormir… pienso en los pendientes decembrinos que aún no he
concluido.
3:28 de la madrugada y decido
revisar el Facebook. Tal vez mis amigos han realizado en estas horas algo interesante.
Fabián llegó a Bogotá. Los chismes de siempre: anhelos, promesas, palabras
vacías, palabras sentidas, chistes, canciones… Nada nuevo, pero sonreí.
3:40 de la madrugada y no sé qué
hacer.
Hace mucho frío. Dos cobertores, una cobija, sábanas polares, un edredón
y una cobija sobre-cama no parecen ser suficientes. ¿Cómo levantarme a hacer
cualquier cosa sin que eso signifique congelarme?
4:15 de la madrugada
Decido
salir de la cama. Durante media hora estuve pensando en muchas cosas: en ti, en
mí, en aquello de lo que no me arrepiento, en la necesidad que tengo de cerrar
ciclos y cómo los he ido cerrando poco a poco. Deseé hablarte, pero es muy
temprano… No, no es buena idea hacerlo. Tal vez lo mejor sea adelantar esos
pendientes que hay en el escritorio. En fin, me levanto, me lavo los dientes
mientras el espejo me dice que estoy muy pálida. ¿Cómo no estarlo si no he
podido dormir desde las 2:50 de la mañana?, y, sin embargo, sé que comienzo a
relajarme. La Madre Naturaleza me lo hizo notar… ahora estoy más tranquila.
4:30 de la madrugada
Estoy en el
patio viendo las estrellas. El cielo que se ve en Santa Fe está despejado. La
Avenida de los Poetas está vacía y el cielo oscuro permite que las estrellas
brillen con hermosa intensidad. Hace frío, mucho, pero esta vez no me lastima.
Respiro profundamente y el aroma a musgo mojado, a tierra limpia, a campo, hace
que me den ganas de caminar. Es mala idea, son las 4:30 de la madrugada y una
caminata por el panteón no parece ser lo mejor… no ahora.
4:41 de la madrugada.
Hace
demasiado frío como para seguir en el patio y prefiero entrar a casa. No quiero
seguir dando vueltas en la cama, así que cedo ante mi deseo de escribir. ¿Escribir,
qué? ¿Lo que hice ante un insomnio?, eso no es divertido ni importante, pero sí
es la pauta que necesito para continuar.
4:47 de la madrugada, inicia el
recuento y cierre.
Revisar los acontecimientos de este año es un trabajo aburrido para quien no
soy yo; sin embargo, puedo hablar de ciclos que se cumplen. Por fin comienzo con
esa dificultad que me he impuesto desde hace mucho tiempo, la dificultad de
cerrar procesos:
1. Por
fin concluí con Hacienda y cada vez estoy más cerca de estar al día.
Considerando que siempre me ha causado angustia ser sujeto fiscal.
2. Lloré
muchísimo una relación que nunca fue “real”. Casi un año en un espejismo, pero
¿qué es lo real? Lo real es aquello a lo que yo decido darle realidad. Fuiste
real, te amé, me oculté, lloré, me castigué; pero también viví. Hoy estoy
segura de que no deseo más. Tengo un largo camino recorrido y el mundo es
distinto para mí. Quiero vivir mi tiempo, no regresar al que fui. Gracias por
haber estado casi un año conmigo y en mí.
3. Regresaron
–¡Qué curioso!- mis fantasmas del pasado y a cada uno le doy su lugar. Quiero
despedirme y quedar tranquila. Cerrar ventanas… tanto ruido me perturba y no me
permite pensar. A la distancia me despedí de Venezuela, de la música, en cierto
modo también de un pasado en el teatro. Es momento de despedirme y continuar.
4. Tomar
café en el Colegio de México con una clara intensión académica y a lo largo de
un año quererte tanto, disfrutar tanto y reír pensando que eres mi Dharma y mi
mejor amigo.
5. Estoy
cansada de intimidar a quienes quiero… No soy más que nadie. Siempre puedo
decir que me siento vieja, fea y estúpida… ¿Por qué crees que soy más? Tengo mi
retrato como el de Dorian por eso la gente cree que tengo mucho menos de 30.
Estudié filosofía sin un amor inicial… El amor se construye. Hice un posgrado
porque eso es lo que “se debe hacer, ¿no?” y no por un auténtico amor. ¿Ser más…?,
¿intimidarse por eso? No lo entiendo.
6. Encontré
algo importante: la capacidad que creía perdida de reconocerme como reconozco a
los demás. Gracias a una mirada brillante, que me tomó dulcemente y me mostró
caminos paralelos al que me aferraba a mirar, fue que reconocí en mí algo que
aún no puedo enunciar con palabras, pero que sé que ahí está. Merecer…
Reconozco que estoy deslumbrada,
que salir de la caverna y ver la luz ciega y confunde, pero después de un momento, todo
adquiere sentido. No sé si te quiero a ti o aquello que me hiciste sentir. Hoy
quiero eso, pero quiero encontrarlo en mí sin tu ayuda: Saber que puedo merecer
más allá de las migajas que me conformaba con aceptar. Gracias, porque hoy veo
algo que antes no quería ver. Gracias porque me encanta aprender y en tan poco
tiempo me has enseñado tanto, aún sin darte cuenta.
5:14 de la madrugada y la
ansiedad ha desaparecido.
Me levanto y cuento mis libros… son muchos… más de
100 y cada uno cuenta una historia. Alguien diría que, finalmente, cada
historia termina siendo –a su modo- una historia de amor. Pienso en este año y
me doy cuenta de lo afortunada que fui y soy al haber amado tanto.
6:00 de la mañana.
El escritorio
sigue lleno de pendientes. Ciclos que no he cerrado y es preciso trabajar:
Filosofía, Ifigenia, Allende, Jodorowsky, IEMS, Estorino.
6:15 de la mañana… Te extraño.
Hay tanto que quiero escribirte, susurrarte… vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario