El insomnio me despertó a las 4
de la mañana… ¿pensaba qué hacer?, o ¿en qué pasaría hoy? No lo he podido
distinguir con claridad. Tengo una taza
de café entre las manos, un cigarro prendido y mil ideas en la cabeza. No hay
claridad, sólo imágenes y sensaciones que vienen y van. Recuerdos.
Una cascada de recuerdos llegó a
mí en estas semanas y no sé qué hacer con ella. El cigarro sigue sin ser
fumado, el café se enfría rápidamente… debería cerrar la ventana, pero me gusta
sentir el frío. Me permite pensar. Después de 7 años todo se restablece… era
necesario dejar pasar ese tiempo para reencontrarnos y vernos con ojos
distintos. ¿Cuánto hemos crecido?, nunca seremos quienes fuimos y leemos esas
viejas cartas y vemos esas fotos y nos sabemos siempre otros y nosotros mismos en ellas.
Pienso en el momento en que abras
esa puerta y me recibas, como antaño… ¿qué sucederá, entonces? Sonreirás
nuevamente y, a pesar de vivir en México durante casi 5 años, me saludarás con
ese acento tan tuyo. Un acento que me devuelve a Caracas y todas las fantasías
que entre sus calles se entretejieron. Tomarás mi mano nuevamente y tocarás el
piano para mí… Sabes que me encanta Bach; presumirás tu estupenda caligrafía y
me leerás tu último ensayo o la obra de teatro que alguna vez me mostraste. Al
fin está lista bajo todos esos documentos, cartas y anhelos que compartimos.
Pasa el tiempo y volverás a
sorprenderme trayéndome un whisky. mi bebida favorita –después del hada verde-,
mientras respiras en mi oído y susurras que aún te sorprendo. Sí, nos hizo bien
alejarnos… hoy aprenderemos a jugar y dejar ir. Seguiremos platicando
incansablemente.
Amo tu acento, tus manos
perfectas, tu forma de sentir y tocar la música en el piano y en mí, tu sinceridad
al besarme, tu vulnerabilidad al estallar en cólera, cuando dices que me
extrañas… la forma en que me hipnotizas con ese discurso tan tuyo del cual no
me canso de aprender. “Narcisismo puro…”, dirás… “Nunca lo he negado…”
contestaré. Reiremos porque nos sabemos falsos, pero comenzamos a desnudar lo
que somos… Aunque sea un instante.
Sin embargo, sigo aquí con otra
taza de café y 3 cigarros más en el cenicero. Sonrío con el simple hecho de
pensar en todas estas cosas. ¿Qué seguiría? No lo sé. No te daré el placer de
tomar la iniciativa y lo sabes. Quieres seguir jugando conmigo y lo permitiré.
Te confesaré que había pensado en todos los artífices posibles para
sorprenderte en éste, nuestro viernes… Día de Venus, el último que viviremos
este año; sin embargo, no quiero falsedades… hoy no. Iré como suelo ir a verte:
Ni maquillaje exagerado, ni vestuario, ni frases encriptadas… Sólo seré yo.
Bastante llevaré conmigo como vaya siendo “yo misma”.
Tu hogar es tal como lo
recuerdo: La ventana a la izquierda de tu cama, frente a ella un árbol enorme
que baña de sombra el piano durante el verano. El amplio sillón sepia. La
mesita donde practicas tu caligrafía. La computadora donde te describes en cada
palabra que nace de ella. La máquina de escribir que nos recuerda aquellos días
en que practicabas mecanografía. Música y letras, música y cartas, música y
recuerdos intactos. Música, tú y yo.
Al fin estoy lista para salir…
Tienes mi collar favorito y lo
recuperaré. Abrirás la puerta y me verás… Verás el paso del tiempo sobre mí,
pero me encontrarás intacta después de tanto tiempo y, al final, esperaremos
que la noche cubra el momento en que el velo caiga y descubra nuestra realidad…
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