jueves, 13 de diciembre de 2012

Me con-formo…



Seis treinta de la mañana. No he perdido la costumbre de abrir los ojos a esta hora.
Sin embargo, el ímpetu de escribir no se suscitó cuando los primeros rayos del día se hacían presentes a través de las cortinas. No.
Los primeros minutos de la madrugada me impulsaron a escribir aquello que no puedo dejar de gritar en unas hojas olvidadas.

Un simple deseo. Un deseo de ti.

En efecto, hoy sólo deseo una cosa:

Tu voz en mi oído, tu presencia en mis sabanas, tu aliento recorriendo mi espalda…
Tu recuerdo dormido en mi memoria, renaciendo en este despertar.

Me conformo con saberte menos distante,
me conformo con la memoria de mi cuerpo que se niega a soltarse de ti,
me conformo con estas cenizas que arden en mi pecho y
la pluma en mi mano que no puede más que emular una sombra de tu recuerdo,
de tu sonrisa,
de tu piel…
una sombra inútil, un reflejo distante sobre el agua.

Y a pesar de ello,
me con-formo con el saber el sabor de tus labios,
aquel que he buscado en otras bocas y
que sólo dejaron tras de sí el amargor de una creencia.

Me con-formo con el morir en tu recuerdo y
me con-formo con renacer entre tus sábanas…
prenderme a tu pecho como un fantasma y
saberte junto a mí, aunque ya no estés conmigo.

En fin…
me con-formo con perderme en el recuerdo de ese pequeño instante
en el que fuiste eternidad y  fuimos infinito.



Una Sibila.
Velézquez


miércoles, 7 de noviembre de 2012

“Detente sombra de mi bien esquivo...



Hoy me hizo particular sentido este Tren Nocturno que no deja de andar…

Terminar la función de hoy, escuchar el estruendo de los aplausos y sentir el calor de más de 30 corazones que vivieron este momento con nosotros fue maravilloso; sin embargo, entre piernas… al terminar de agradecer tanto cariño no pude más que llorar.

Hoy me hizo particular y violento sentido.

Una obra que, desde que la leí, me dijo más de lo que cualquiera puede imaginar y que cada función no dejé que me afectara:

“Eso no es ‘profesional’”

Y hoy ver a quien te fue tan cercano, con quien compartiste tantos de nuestros más profundos secretos provocó lo que siempre… cada función, quise evitar.

Me condujo directamente a nuestro pasado, a nuestra complicidad, a nuestro amor que el tiempo va borrando como se borran las huellas en la arena del desierto.

Hoy, más que nunca deseé que fueras ,tú, Stephanie, mi Stephanie. Hoy, más que nunca dije ese monólogo pensando en aquel momento en que “besé cada parte de tu cuerpo”, recordé como “ese hermoso cuerpo estaba dispuesto a los inventos” y cómo fue que tantas veces te dije que era feliz… que me “hacías completamente feliz y no hay un sólo momento en el que pueda arrepentirme de ello”.

Vi y sentí las lágrimas verdaderas de una Stephanie en el escenario, pero supe que no eran suyas, que no eran reales y no eran por mí; y a pesar de ello, vi en esa actriz tu rostro y tus lágrimas y tu lamento al saber que nuestra historia debía terminar a pesar nuestro. Hubiera querido detener el tiempo y seguir observándote y poder gritar a los cuatro vientos cuánto y cómo te amé y me amaste… pero no pude: “La función debe continuar”.

Esperé el pie para voltear y sentir a la actriz decir sus textos… En ese instante, Sor Juana se hizo presente para hacerme recordar cuánto deseo tenerte junto a mí:

“Detente sombra de mi bien esquivo,
Imagen del hechizo que más quiero…”

Te escuché… eras tú, era tu voz pidiéndome esperar. Fuiste tú quien me decía: “Mírame, Claudia… mira cuánto he crecido. Hoy vengo por ti… ‘Sé que no puedo vivir más que en este mundo, pero quiero vivirlo contigo’… Quédate.”

Terminó la ficción. Escuché el aplauso del público. Contuve el llanto que quiso hacerse presente  todo el tiempo y que no dejé escapar. Agradecí con una sonrisa complacida… y nadie supo lo que se derrumbaba en mi interior. Salí a esconderme entre piernas y las lágrimas no dejaban de salir… En esa hora y media fuiste tú y sólo tú, conmigo “en un instante irrepetible…único” que se quedó grabado en lo más profundo de mi ser.

Sigues en mí y sigo esperando que suceda el milagro de ver tus ojos otra vez y saber que hay un Tren Nocturno a Georgia que nos espera en el andén 21… No importa que sólo sea una ficción.


domingo, 7 de octubre de 2012

Buenos días mundo... buen día Teatro...



Ayer llegué mueeeeeeerta de cansancio... Esto de no tener un ratito libre pa'mí es rarísimo.

En fin. Llegué a casa a las 6. Comí, tomé agua de limón y dije: "Tengo frío... me acuesto un rato a dormir"... Dormí... Desperté a las 5 de la mañana con cara de muerto fresco... me acosté un rato más y ahora estoy casi lista para otro día maratónico...

Mañana... no a la escuela :'( sino a arreglar asunt
os burocráticos en mi trabajo.

La vida es difícil... pero me consuela ver lo que he logrado hasta ahora en el teatro: Aprender que falta mucho por aprender y que a mi lado tengo un grupo de locos acompañantes que, de una u otra manera, están conmigo ayudándome a seguir creciendo junto a ellos :D

Buenos días mundo, buen día Teatro :)

domingo, 16 de septiembre de 2012

Esperanza poética... sin Fe



Llovía… sólo llovía. 

Desde el tapanco que está fuera de la habitación veía las gotas de agua.

Caían con ese inconfundible tap, tap, tip, tap… sobre el acrílico que cubre el tapanco. 

Vi cómo el sol se ocultaba tras una nube  que, a su vez, magnificaba los edificios de Santa Fe.

Desde ese tapanco vi la avenida; una llamada de los poetas… aquellos a quien nadie conoce por aquí.

Recordé esas veces que pasamos por la avenida y las veces que juramos… ¿Qué juramos?

La lluvia inclemente, con su incansable tap, tap, tip, tap también se llevó ese juramento.

Un café… sólo tomando café.

Desde el tapanco tomando café mientras la lluvia cubre la civilización y yo… en el campo.

Cayeron los rayos, callaron las voces… enmudecidas por el tap, tap, tip, tap sobre el acrílico y Santa Fe.

Vi marcharse… ésa… mi fe. Fe atravesada por los poetas…aquella a quien ya nadie conoce por aquí.

Recé por ayeres y presentes… aquellos que la Santa nos vio jurar y donde vio también un “no será”.

La primera vez, yo, con diecinueve esperanzas… la segunda, tú, con diecinueve anhelos.

Una lluvia, un café, una esperanza poética y sin fe…


miércoles, 4 de julio de 2012

Agua y sal...


…y ella levantó el rostro mientras las gotas de agua de la regadera fluían con poca fuerza. El agua se había terminado, como su esperanza. ¿Qué deseaba?, sólo un mensaje… un mensaje que le devolviera el ánimo para luchar por ese amor perdido.

El amor juvenil la había abandonado y parecería que no iba a regresar.

-“¿Entonces eso significa que ya nunca más?, ¿te estás despidiendo definitivamente de mí?”, preguntó.

Esperó en vano una respuesta y ésta no llegó. Ésa era y ésa fue la respuesta… una ausencia que se prolongaría indefinidamente.

Caminó a la regadera que lavaría sus esperanzas cuando el agua se terminó. Fue una ironía más en el transcurso de la mañana. Ella veía una película romántica con el clásico final feliz mientras recibía el último mensaje de quien amó profundamente por cuatro años. Ahora el agua caía débilmente y ya no podía cubrir sus lágrimas saladas que bañaron su rostro quitando la acidez del jabón y cubriéndolo de sal para quemar sus heridas.

Finalmente, después de varios minutos ante el insipiente chorro de agua fría, terminó de quitar el jabón y la sal de su cuerpo… el agua seguía corriendo con debilidad. Apenas un hilo que se deslizaba por su mano y rogó por un instante que ese hilo fuera eterno, pero no fue así.

Se fue definitivamente y ella debía aceptar su destino. No había un porqué, ya no había por qué esperar y mucho menos desear que llegara un milagro. El milagro de sostener su mano, ver sus ojos, sentir su aroma y su cuerpo.

Todo terminó… un ciclo se cierra penosamente bajo el agua y la sal… 


viernes, 29 de junio de 2012

Compañía Noviembre 23


No sabía cómo iniciar con una actividad que llevaba años sin hacer, escribir. No escribir filosofía o aquello que tenga que ver con ella, sino algo más “superficial” a ojos de los exquisitos. Tampoco sabía si este espacio lo emplearía nuevamente y hoy me encuentro aquí escribiendo  algo que tal vez nadie lea o simplemente no publique; sin embargo, es un reclamo del alma que me quema.

Así, quiero iniciar con aquello que me vio nacer por segunda vez… el teatro. Tal vez en otro momento dedique varias letras a aquello que me enamoró de este nuevo camino que he decidido tomar, pero ahora sólo diré que mi amor por Sophia es más amplio, sin dejarla jamás, aunque una compañía: la 1123 me ha tocado en lo más profundo del alma.

Llegué nuevamente a la Facultad, mi amada facultad… aquella me vio nacer, aprender a caminar y juguetear en los pasillos comiendo esos deliciosos –por lo menos me parecían así- “pie de queso” en el kiosquito frente a la entrada de Filosofía. Sin embargo, ahora no regresaba como aspirante a filósofa y compartiendo la soberbia de mi generación y la constante competencia que nos llevó a límites inimaginables… por lo menos por mí. No. Ahora regresaba a un gremio de locos que sólo brincan y hacen ruido en los pasillos: Los niños ridículos de la facultad… Los teatreros.

¿Qué voy a hacer ahí?... ésa fue la pregunta constante de maestros (pregunta disfrazada con un lenguaje políticamente correcto) y ésa fue también la pregunta mucho más descarada y abierta por parte de amigos y colegas… algunos que iniciaron por desconocerme después o implicaron que ahora sería conocida como una “Filósofa poco seria”, sea lo que eso signifique.

En el área censurada –el área de teatros- para el resto de quienes no somos de ese gremio tan extraño, se abrió –por fin- ante mis ojos… No sabía qué encontraría ni si resistiría ese cambio tan grande.

Debo admitir que llegué llena de prejuicios… aquellos que se fueron disipando. Llegué llena de desconfianza y también pude caminar a pesar de los obstáculos.

La sinceridad, muchas veces políticamente incorrecta, de Ronaldo Monreal y su afán por hacernos crecer medio centímetro cada clase. La paciencia de Benjamín Gavarre ante los infantilismos de un grupo que está aprendiendo a crecer y sintiendo cómo es eso. El cuidado de Guillermina Fuentes y su apertura en cada clase al cuidarnos y tratar de encaminarnos por los senderos de la investigación. La aparente pasividad que se convirtió en acción demoledora de Mario Balandra quien nos enseñó a temerle al escenario… no por malo, sino por respetarlo y siempre buscar hacer algo verdaderamente digno en él. El maternalismo escondido y la camaradería incondicional de Aris Pretelin quien se angustiaba cuando veía que tropezábamos al desear aprender a caminar y como buena maestra… dejarnos caer y de ese modo aprender a sostenernos. Emilio Méndez cuyo corazón, compromiso, ánimo y fe en nosotros nos llevó no sólo a aprender a trabajar como compañía, sino que fue el precursor, junto con Gerardo Sotelo de un deseo materializado. Finalmente, Andrés Castuera que sólo fue mi maestro, ya que él daba clase matutina, quien me abrió la posibilidad de una escritura distinta… aquella que no creí ser capaz de hacer y ahora veo y deseo con fuerza.

Conocer a 24 amigos con quienes compartí, platiqué, reí, lloré, menté madres… a quienes reclamé, ofendí, regañé y con quienes me disculpé y asumí mis responsabilidades… No creo que sólo deba hablar de la utopía del encuentro, sino de las dificultades de cada paso, también. Amigos, casi hermanos y familia, cuyo corazón me impulsó cuando creía que iba a caer…

Cada uno de ustedes me llevó a entender que ese “gremio de niños ridículos de la facultad” es sólo el modo arbitrario, inconsciente, prejuicioso de quienes no conocen todo lo que implica hacer teatro. Hay mucho que hacer, cierto. Hay mucho que decir, cierto… pero sólo conociendo (y aquí recuerdo a Luís Villoro en ese libro base de epistemología que se lee en la Fac.) es como se puede comprender ese otro mundo… No sé si sea el mejor de los mundos posibles, pero sí es el que ahora me está enseñando quién soy, cómo soy (también) y, en general… Mis propias condiciones de posibilidad.

Siempre amaré a Sophia y diré (como alguna vez dijo un maestro admirable): “Hay que tener el valor y decir: "Soy Filósofo… malo, en ciernes, aprendiendo, pero… no es necesario ganar el Tour de Francia para decir que se es ciclista…" Sería muy raro decir: “yo no soy ciclista… soy estudiante de ciclismo”… Hay que subirse a la bicicleta y hacer filosofía”… Seré filósofa, pero en eso no se condensa mi ser… amo ver cómo mi mundo, poco a poco, se va convirtiendo en el mejor posible gracias a esos 24 amigos-hermanos y esos 7 maestros-guías incondicionales que vieron nacer a la compañía 1123, ahora “Noviembre 23” y también a los detractores que fueron motor indispensable.

Regreso a escribir algo que, quizá, nadie lea o a nadie le importe… y no me importa. Estoy aprendiendo a desear y seguir mis deseos… Hoy agradezco y seguiremos caminando… ¡Qué mayor felicidad que hacer lo que se ama!

Deseo comerme el mundo de un bocado… Sé que no puedo hacerlo, sé que nunca lo haré, pero el hecho de saberlo no significa que deba dejar de intentarlo…