martes, 28 de julio de 2015

Gracias por la vida vuelta poema dramático Don Alfonso Reyes.

 
Hoy concluimos un ciclo más en el camino que, hace poco más de dos años, comenzamos a recorrer: 3 funciones en la que fuera casa de Don Alfonso Reyes: La Capilla Alfonsina.

Saberse en el barco correcto, con las personas correctas es un lujo que no todos pueden darse. Hoy, después de una función llena de vida (con todo lo que esto implica), las emociones, todas, se dejaron sentir. Fueron nuestras desde que nos supimos en esa biblioteca y las tomamos como alumnos, maestros, creadores e investigadores... pero también como seres humanos, amigos y compañeros de un andar.



 Hoy, me sé en el barco correcto con las personas correctas y mi deseo se fortalece a pesar del cansancio que me invade esta noche. Hoy, las lágrimas responden a un "no sé" constituido, tal vez, de un poco de tristeza compartida, un respiro profundo o alegría contenida. Posiblemente una nostalgia, un grito o el temor de la incertidumbre y, sin embargo, esta noche cerrará también con la certeza de que "Teatro que lidió rinocerontes" sigue caminando y que Don Alfonso Reyes, la Dra. Alicia Reyes y todo el equipo de la Capilla Alfonsina nos han obsequiado una razón, un deseo y la necesidad de hacer que tenga sentido el más hermoso "No quiero" que nos hemos atrevido a pronunciar.





 

Ifigenia, construida entre unas sienes hechas al dolor...

Ifigenia universitaria... 


Gracias por lo que has dejado en mí. 
Gracias por los esfuerzos de quienes hemos participado durante tanto tiempo. 
Gracias por las palabras de quienes nos han visitado en cada función.





Gracias por la vida vuelta poema dramático Don Alfonso Reyes. 

Gracias Teatro que lidió rinocerontes por hacerla realidad.





 

viernes, 8 de mayo de 2015

Mi cuarto huele a flores y yo aprendí a desear.



Puedes querer muchas cosas que serán “indispensables” para el desarrollo de tu cotidianidad. Sin embargo,  “desear”… ¡Eso sí que es distinto! 

Hay muchas definiciones para tal palabra; las definiciones básicas de los diccionarios escolares, diccionarios de la lengua e incluso diccionarios especializados como los psicoanalíticos, los religiosos, los filosóficos, etc. La teoría siempre es buena para quien desea entender el mundo construido a través de lenguaje, de palabras, de conceptos. Pero hoy me encuentro un tanto escéptica y el “deseo” se ha transformado en algo que no logro comprender, pero sí sentir: ¿Qué significa eso?

Lo lamento. Estoy siendo ahora mismo muy poco académica en el “desarrollar” de una explicación –para mí misma- que pueda compartir con alguien más y, a pesar de ello, no extraño escribir “como se debe”.

Tuve una experiencia. Una experiencia singular. Recuerdo a Luis Villoro y su Mezquita azul. Sí. Precisamente. Ahora me encuentro ante la imposibilidad de evocar algo más, pero estoy cierta de la duda; la pregunta, la respuesta y el sentimiento que la razón se niega a perforar. Por ahora está bien que ese misterio quede en mí. Después de todo, cada huella que trazamos en el suelo desaparece, pero permanece intacta en el andar.

Podía pedir lo que fuera. Tuve la libertad de pedir la luna. “Pide lo que quieras”. Era un día especial. Creo que nunca me habían dado esa libertad y no sabía qué pedir. “No tengo nada, pero tengo todo… ¿Pedir?, ¿qué?”. Pedir lo que fuera.

Después de dominar mis sentimientos encontrados, logré estructurar aquello que habría de solicitar. Así lo hice. 

Vinieron a mi mente varias frases que enuncié en respetuoso silencio. Estaba a punto de concluir y retirarme cuando llegó a mí un sentimiento que cortó mi voz; inundó mi garganta. Supe en ese momento qué era aquello que en verdad deseaba. Entendí que había pedido aquello que quería; sin embargo, el deseo fue mayor. Entonces comprendí el sentido de estar en ese lugar. Comprendí el sentido de la frase “Pide lo que quieras”. Lo que en realidad quería era enunciar ese deseo. Así lo hice.

Fue un deseo que no había podido enunciar jamás y que, al sentirlo, provocó una auténtica ruptura y reconocimiento en mí, de mí.

Pienso en ese deseo y mi garganta se quiebra. Intento estructurar coherentemente ese momento y sólo puedo escribir esto que es, a todas luces, una serie de líneas que sólo tienen sentido para mí y, tal vez, para ese otro que observaba.



Querer y desear no son lo mismo. Quiero tantas posibilidades, pero sólo he podido articular un deseo. Me siento orgullosa de haber comprendido, por ahora, lo que siento desear. 

Ahora mi razón no funciona. Escribo sin estructura. Escribo sin un sentido claro. No pretendo claridad ni distinción. Hoy no. Hoy sólo quiero conservar esto que no entiendo. Esto que no descifro. Esto que me circunda y que se manifestó en un momento. Uno de tantos y que se ha vuelto especial. Mi cuarto huele a flores y yo aprendí a desear.