viernes, 27 de diciembre de 2013

Intacta…



El insomnio me despertó a las 4 de la mañana… ¿pensaba qué hacer?, o ¿en qué pasaría hoy? No lo he podido distinguir con claridad.  Tengo una taza de café entre las manos, un cigarro prendido y mil ideas en la cabeza. No hay claridad, sólo imágenes y sensaciones que vienen y van. Recuerdos.

Una cascada de recuerdos llegó a mí en estas semanas y no sé qué hacer con ella. El cigarro sigue sin ser fumado, el café se enfría rápidamente… debería cerrar la ventana, pero me gusta sentir el frío. Me permite pensar. Después de 7 años todo se restablece… era necesario dejar pasar ese tiempo para reencontrarnos y vernos con ojos distintos. ¿Cuánto hemos crecido?, nunca seremos quienes fuimos y leemos esas viejas cartas y vemos esas fotos y nos sabemos siempre otros y nosotros mismos  en ellas.

Pienso en el momento en que abras esa puerta y me recibas, como antaño… ¿qué sucederá, entonces? Sonreirás nuevamente y, a pesar de vivir en México durante casi 5 años, me saludarás con ese acento tan tuyo. Un acento que me devuelve a Caracas y todas las fantasías que entre sus calles se entretejieron. Tomarás mi mano nuevamente y tocarás el piano para mí… Sabes que me encanta Bach; presumirás tu estupenda caligrafía y me leerás tu último ensayo o la obra de teatro que alguna vez me mostraste. Al fin está lista bajo todos esos documentos, cartas y anhelos que compartimos.

Pasa el tiempo y volverás a sorprenderme trayéndome un whisky. mi bebida favorita –después del hada verde-, mientras respiras en mi oído y susurras que aún te sorprendo. Sí, nos hizo bien alejarnos… hoy aprenderemos a jugar y dejar ir. Seguiremos platicando incansablemente.

Amo tu acento, tus manos perfectas, tu forma de sentir y tocar la música en el piano y en mí, tu sinceridad al besarme, tu vulnerabilidad al estallar en cólera, cuando dices que me extrañas… la forma en que me hipnotizas con ese discurso tan tuyo del cual no me canso de aprender. “Narcisismo puro…”, dirás… “Nunca lo he negado…” contestaré. Reiremos porque nos sabemos falsos, pero comenzamos a desnudar lo que somos… Aunque sea un instante.

Sin embargo, sigo aquí con otra taza de café y 3 cigarros más en el cenicero. Sonrío con el simple hecho de pensar en todas estas cosas. ¿Qué seguiría? No lo sé. No te daré el placer de tomar la iniciativa y lo sabes. Quieres seguir jugando conmigo y lo permitiré. Te confesaré que había pensado en todos los artífices posibles para sorprenderte en éste, nuestro viernes… Día de Venus, el último que viviremos este año; sin embargo, no quiero falsedades… hoy no. Iré como suelo ir a verte: Ni maquillaje exagerado, ni vestuario, ni frases encriptadas… Sólo seré yo. Bastante llevaré conmigo como vaya siendo “yo misma”. 

Tu hogar es tal como lo recuerdo: La ventana a la izquierda de tu cama, frente a ella un árbol enorme que baña de sombra el piano durante el verano. El amplio sillón sepia. La mesita donde practicas tu caligrafía. La computadora donde te describes en cada palabra que nace de ella. La máquina de escribir que nos recuerda aquellos días en que practicabas mecanografía. Música y letras, música y cartas, música y recuerdos intactos. Música, tú y yo.

Al fin estoy lista para salir… Tienes mi collar favorito  y lo recuperaré. Abrirás la puerta y me verás… Verás el paso del tiempo sobre mí, pero me encontrarás intacta después de tanto tiempo y, al final, esperaremos que la noche cubra el momento en que el velo caiga y descubra nuestra realidad…
 

viernes, 20 de diciembre de 2013

6:15 de la mañana… Te extraño.




2:50 de la madrugada y abro los ojos, me parece que he dormido demasiado; sin embargo, al corroborar la hora, me doy cuenta de que es más temprano de lo que esperaba. Doy vueltas en la cama, no puedo dormir… pienso en los pendientes decembrinos que aún no he concluido.

3:28 de la madrugada y decido revisar el Facebook. Tal vez mis amigos han realizado en estas horas algo interesante. Fabián llegó a Bogotá. Los chismes de siempre: anhelos, promesas, palabras vacías, palabras sentidas, chistes, canciones… Nada nuevo, pero sonreí.

3:40 de la madrugada y no sé qué hacer. 

Hace mucho frío. Dos cobertores, una cobija, sábanas polares, un edredón y una cobija sobre-cama no parecen ser suficientes. ¿Cómo levantarme a hacer cualquier cosa sin que eso signifique congelarme?

4:15 de la madrugada

Decido salir de la cama. Durante media hora estuve pensando en muchas cosas: en ti, en mí, en aquello de lo que no me arrepiento, en la necesidad que tengo de cerrar ciclos y cómo los he ido cerrando poco a poco. Deseé hablarte, pero es muy temprano… No, no es buena idea hacerlo. Tal vez lo mejor sea adelantar esos pendientes que hay en el escritorio. En fin, me levanto, me lavo los dientes mientras el espejo me dice que estoy muy pálida. ¿Cómo no estarlo si no he podido dormir desde las 2:50 de la mañana?, y, sin embargo, sé que comienzo a relajarme. La Madre Naturaleza me lo hizo notar… ahora estoy más tranquila.

4:30 de la madrugada 

Estoy en el patio viendo las estrellas. El cielo que se ve en Santa Fe está despejado. La Avenida de los Poetas está vacía y el cielo oscuro permite que las estrellas brillen con hermosa intensidad. Hace frío, mucho, pero esta vez no me lastima. Respiro profundamente y el aroma a musgo mojado, a tierra limpia, a campo, hace que me den ganas de caminar. Es mala idea, son las 4:30 de la madrugada y una caminata por el panteón no parece ser lo mejor… no ahora.

4:41 de la madrugada. 

Hace demasiado frío como para seguir en el patio y prefiero entrar a casa. No quiero seguir dando vueltas en la cama, así que cedo ante mi deseo de escribir. ¿Escribir, qué? ¿Lo que hice ante un insomnio?, eso no es divertido ni importante, pero sí es la pauta que necesito para continuar.


4:47 de la madrugada, inicia el recuento y cierre.


Revisar los acontecimientos de  este año es un trabajo aburrido para quien no soy yo; sin embargo, puedo hablar de ciclos que se cumplen. Por fin comienzo con esa dificultad que me he impuesto desde hace mucho tiempo, la dificultad de cerrar procesos: 

1.       Por fin concluí con Hacienda y cada vez estoy más cerca de estar al día. Considerando que siempre me ha causado angustia ser sujeto fiscal.
2.       Lloré muchísimo una relación que nunca fue “real”. Casi un año en un espejismo, pero ¿qué es lo real? Lo real es aquello a lo que yo decido darle realidad. Fuiste real, te amé, me oculté, lloré, me castigué; pero también viví. Hoy estoy segura de que no deseo más. Tengo un largo camino recorrido y el mundo es distinto para mí. Quiero vivir mi tiempo, no regresar al que fui. Gracias por haber estado casi un año conmigo y en mí.
3.       Regresaron –¡Qué curioso!- mis fantasmas del pasado y a cada uno le doy su lugar. Quiero despedirme y quedar tranquila. Cerrar ventanas… tanto ruido me perturba y no me permite pensar. A la distancia me despedí de Venezuela, de la música, en cierto modo también de un pasado en el teatro. Es momento de despedirme y continuar.
4.       Tomar café en el Colegio de México con una clara intensión académica y a lo largo de un año quererte tanto, disfrutar tanto y reír pensando que eres mi Dharma y mi mejor amigo.
5.       Estoy cansada de intimidar a quienes quiero… No soy más que nadie. Siempre puedo decir que me siento vieja, fea y estúpida… ¿Por qué crees que soy más? Tengo mi retrato como el de Dorian por eso la gente cree que tengo mucho menos de 30. Estudié filosofía sin un amor inicial… El amor se construye. Hice un posgrado porque eso es lo que “se debe hacer, ¿no?” y no por un auténtico amor. ¿Ser más…?,  ¿intimidarse por eso? No lo entiendo.
6.       Encontré algo importante: la capacidad que creía perdida de reconocerme como reconozco a los demás. Gracias a una mirada brillante, que me tomó dulcemente y me mostró caminos paralelos al que me aferraba a mirar, fue que reconocí en mí algo que aún no puedo enunciar con palabras, pero que sé que ahí está. Merecer…

Reconozco que estoy deslumbrada, que salir de la caverna y ver la luz ciega  y confunde, pero después de un momento, todo adquiere sentido. No sé si te quiero a ti o aquello que me hiciste sentir. Hoy quiero eso, pero quiero encontrarlo en mí sin tu ayuda: Saber que puedo merecer más allá de las migajas que me conformaba con aceptar. Gracias, porque hoy veo algo que antes no quería ver. Gracias porque me encanta aprender y en tan poco tiempo me has enseñado tanto, aún sin darte cuenta.

5:14 de la madrugada y la ansiedad ha desaparecido. 

Me levanto y cuento mis libros… son muchos… más de 100 y cada uno cuenta una historia. Alguien diría que, finalmente, cada historia termina siendo –a su modo- una historia de amor. Pienso en este año y me doy cuenta de lo afortunada que fui y soy al haber amado tanto.

6:00 de la mañana

El escritorio sigue lleno de pendientes. Ciclos que no he cerrado y es preciso trabajar: Filosofía, Ifigenia, Allende, Jodorowsky, IEMS, Estorino.

  
6:15 de la mañana… Te extraño. Hay tanto que quiero escribirte, susurrarte… vivir.


 6:30 de la mañana… Aún faltan unos minutos para eso, pero sé que en ese momento prepararé café y saldré al patio a ver las últimas estrellas.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Hoy recé por ti




Siempre renegué de una vida más allá de ésta, igual que tanta gente a mi alrededor; sin embargo, he escuchado que en momentos de tristeza, miedo o situación extrema hay quienes rezan para calmar eso que desborda.

Revisé un viejo álbum de fotografías… y ahí, entre letras, fotos viejas –carcomidas por el tiempo- te encontré.  Tu sonrisa estaba intacta y la luminosidad de tu pupila trascendía el papel y el tiempo… fue re encontrar en un papel nuestro tiempo.

Mis manos están ajadas por el eterno transcurrir, las canas muestran mis recuerdos y mis lágrimas hicieron surcos en mi piel. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que te vi… creí que habías desaparecido, pero una avalancha de recuerdos dan vueltas en estas paredes sin nombre.

Recordé todos mis errores, todas tus lágrimas y cada paso que dimos en conjunto. Nos separamos, nos olvidamos y hoy, recordé la vida que tuvimos y esa vida renació en mi interior con la misma fuerza de antaño.

Padre… tú que estás en los cielos, perdona mis faltas y a ella cúbrela de amor.
Padre… perdona mi soberbia y te agradezco ese momento de felicidad.
Madre… tú que fuiste hembra y amaste, entiendes lo que guardo en el pecho, tú entiendes de soledad…

Nunca aprendí a rezar, pero hoy recé por ti y mis lágrimas me llenaron el pecho y por fin… después de años, logré perdonarme. Vi tu rostro en esa fotografía y tú fuiste quien –sin saberlo- intercedió por mí.

sábado, 19 de octubre de 2013

minutos, días, meses, años… no importa.



Después de varios… no sé cuánto tiempo, pero sé que son varios –minutos, días, meses, años… no importa. Después de todo ese tiempo que se cuela por las marcas de tu rostro, por los hilos de plata que adornan tu cabello y ese maravilloso contorno tuyo de la espalda, te encuentro frente a mí.
Me cuentas que aún lloras por las noches, todavía te avergüenza mostrar tu amor en público, sigues creyendo que el mundo está en tu contra… aún veo en tu, todavía, joven rostro, las marcas de dolor y sufrimiento inútil. ¿Cuánto estoy  en disposición de manejar?, no lo he descubierto, pero sé que hoy, que estás frente a mí, observo con mayor cuidado, aquello que fue y la nostalgia que causabas en mi interior.
“Vergüenza es soberbia…” escuché alguna vez. Vergüenza de qué, por quién. Tomar café, escuchar tus letras y tus miedos. Ver tus imágenes y desinhibiciones. Sentir que me deseas cerca y lejos. Aspirar la vejez de tu aura y el desazón que recorre ese contorno de tu espalda.
Mirar un espejo, reflejarme, reflejarte, reflejarnos.

Ver en ti una doble cara: la que das al mundo y la que has decidido presentarme a mí. Ir contigo a tu hogar y descubrir tus soledades maquilladas por cada uno de los objetos que te habitan. Tú, siempre buscando ocultarte en cada recoveco y en cada ocasión. Te escurres entre mis manos, como un pez, que anhela regresar a su medio,  sin razón aparente. Intuyo que es por miedo de perder… ¿perder?, ¿qué?
No ganarás nada conmigo, no ganarás nada con nadie. Lo que buscas nadie te lo pudo ofrecer. Hoy me quedo aquí, escuchándote, viéndote, aguardando y en silencio… Sólo puedo acompañarte y hacerte sonreír. La risa cura algunas heridas, aunque sea sólo por un instante.
Abandoné tu hogar. Hoy no hubo beso de despedida, como hace tiempo –minutos, días, meses, años… no importa. Te quedaste entre cuatro paredes respirando tu soledad, yo quedé sin tu compañía y caminé por calles inundadas.
Hoy quedó ese rumor en el viento. Hay batallas que se pelean en soledad, pero no significa que no puedas tener mi compañía. La soledad compartida es mejor.

viernes, 9 de agosto de 2013

Me voy con mis maletas y una pelota que encontré en el equipaje.



Hubiera querido, hubiera deseado, hubiera… hubiera… hubiera…

Hoy veo los signos de puntuación, los tiempos, el lenguaje… todo de modo distinto. Aprendí, lloré, reí, amé… ¿amé? Lo dije entre sueños a  tu espalda, mientras la besaba. Cuando abrí los ojos estabas ahí. No fue un sueño… estabas ahí.

El amor se escribe en pasado, el presente es vorágine, violencia, verdad; el pasado es nostalgia, pero también es camino andado, aprendizaje, angustia, amor. Acariciar tu espalda en la distancia y saber que no más. “No más”, porque tenerte cerca es potenciar todo lo que tengo y... Me voy con mis maletas y una pelota que encontré en el equipaje, tiene un nombre; está vieja, parchada. Sus colores son opacos. Sus colores han huido.

Tiene más palabras: “nostalgia”, “pasado”; pero también dice “presente” y “yo”.

 
Hubiera querido, hubiera deseado, hubiera… hubiera… hubiera…

Hoy hay puntos suspensivos, me enseñaste el vértigo de un punto final. No hay puntos finales en mi historia, sólo ciclos que vienen y van… que pasan de largo lanzando una sonrisa cuando vuelan junto a mí, pero nunca se van. Me consuela saber que hoy tampoco hay un punto,  sino una pelota… mi pelota que remiendo una vez más.

¿Hubiera?, nunca más. Soy, fui, fuimos, quisimos ser, seremos. Soy yo, fui contigo, fuimos vorágine, quisimos ser y no pudimos, seremos en el tiempo que deviene cada vez. Cuando pases junto a mí, sonríe como lo hago ahora: con nostalgia por lo que pudo ser y no será, con una lagrima guardada cual piedra preciosa porque me demuestra lo humana que aún puedo ser.

Sigo mis pasos, recorro los que tuve y en cada huella respiro tu piel, tu sonrisa, tus miedos, tu soledad, tu odio; pero también tu fragilidad que te obligas a esconder, tu corazón que estuvo en mis manos un instante. 

Por ese pequeño instante, valió la pena el recorrido. 


                                                Te lo devuelvo quedándome con un fragmento de él. 

               
                                  Recupero el mío dejándote parte de mí.


Mi pelota tiene un pedacito brillante junto al “yo”.

                                                                                               Eres tú, es tu nombre.